Tipos de lectores que todos conocen, porque no todos somos iguales

Clavar la mejor poesía erótica es difícil porque las preferencias y los gustos varían mucho de persona a persona. ¡Esta es una gran noticia! Significa que tenemos una variedad de poemas eróticos para leer que maximizan y diversifican nuestro concepto de sensualidad.

11 poemas eróticos latinoamericanos que creo que son genuinamente sexys por una razón u otra. Para algunos, es la urgencia en la voz del hablante. Es encantador sentirse visto  y  necesitado. Los poemas con detalles sensoriales tan ricos que me siento encarnada en el poema en sí también son un fuerte argumento para el erotismo.

Amémonos – Juana de Ibarbourou (Uruguay) – Poemas eróticos

Bajo las alas rosa de este laurel florido

Amémonos. El viejo y eterno lampadario

De la luna, ha encendido su fulgor milenario

Y este rincón de hierba tiene calor de nido.

Amémonos. Acaso haya un fauno escondido

Junto al tronco del dulce laurel hospitalario

Y llore al encontrarse sin amor, solitario,

Mirando nuestro idilio frente al prado dormido.

Amémonos. La noche clara, aromosa y mística

Tiene no sé qué suave dulzura cabalística.

Somos grandes y solos sobre el haz de los campos.

Y se aman las luciérnagas entre nuestros cabellos,

Con estremecimientos breve como destellos

De vagas esmeraldas y extraños crisolampos.

Revelaciones – Alejandra Pizarnik (Argentina) – Poemas eróticos

En la noche a tu lado

las palabras son claves, son llaves.

El deseo es rey.

Que tu cuerpo sea siempre

un amado espacio de revelaciones.

Once de septiembre – Cristina Peri Rossi (Uruguay) – Poemas eróticos

El once de septiembre del dos mil uno

mientras las Torres Gemelas caían,

yo estaba haciendo el amor.

El once de septiembre del año dos mil uno

a las tres de la tarde, hora de España,

un avión se estrellaba en Nueva York,

y yo gozaba haciendo el amor.

Los agoreros hablaban del fin de una civilización

pero yo hacía el amor.

Los apocalípticos pronosticaban la guerra santa,

pero yo fornicaba hasta morir

–si hay que morir, que sea de exaltación–.

El once de septiembre del año dos mil uno

un segundo avión se precipitó sobre Nueva York

en el momento justo en que yo caía sobre ti

como un cuerpo lanzado desde el espacio

me precipitaba sobre tus nalgas

nadaba entre tus zumos

aterrizaba en tus entrañas

y vísceras cualesquiera.

Y mientras otro avión volaba sobre Washington

con propósitos siniestros

yo hacía el amor en tierra

–cuatro de la tarde, hora de España–

devoraba tus pechos tu pubis tus flancos

hurí que la vida me ha concedido

sin necesidad de matar a nadie.

Nos amábamos tierna apasionadamente

en el Edén de la cama

–territorio sin banderas, sin fronteras,

sin límites, geografía de sueños,

isla robada a la cotidianidad, a los mapas

al patriarcado y a los derechos hereditarios–

sin escuchar la radio

ni el televisor

sin oír a los vecinos

escuchando sólo nuestros ayes

pero habíamos olvidado apagar el móvil

ese apéndice ortopédico.

Cuando sonó, alguien me dijo: Nueva York se cae

ha comenzado la guerra santa

y yo, babeante de tus zumos interiores

no le hice el menor caso,

desconecté el móvil

miles de muertos, alcancé a oír,

pero yo estaba bien viva,

muy viva fornicando.

“¿Qué ha sido?”, preguntaste,

los senos colgando como ubres hinchadas.

“Creo que Nueva York se hunde”, murmuré,

comiéndome tu lóbulo derecho.

“Es una pena”, contestaste

mientras me chupabas succionabas

mis labios inferiores.

Y no encendimos el televisor

ni la radio el resto del día,

de modo que no tendremos nada que contar

a nuestros descendientes

cuando nos pregunten

qué estábamos haciendo

el once de septiembre del año dos mil uno,

cuando las Torres Gemelas se derrumbaron sobre Nueva York.

Deseo – Dulce María Loynaz (Cuba) – Poemas eróticos

Que la vida no vaya más allá de tus brazos.

Que yo pueda caber con mi verso en tus brazos,

que tus brazos me ciñan entera y temblorosa

sin que afuera se queden ni mi sol ni mi sombra…

Que me sean tus brazos horizonte y camino,

camino breve y único horizonte de carne:

que la vida no vaya más allá… ¡Que la muerte

se parezca a esta muerte caliente de tus brazos!…

Juego amoroso – Blanca Varela (Perú) – Poemas eróticos

Las manos a la altura del aire

a dos o tres centímetros del vacío

no se mirará nada preciso

la polvareda que pasa

el inesperado cortejo de plumas

arrancadas al vuelo

la nubecilla rosada y tonta

que ya no es

el cierraojos y el ábrelos

en la breve opacidad

de una luz que no se ve

y el sueño pies de goma

y azules y brillantes

las estrellas

rientes

párpado sobre párpado

labio contra labio

piel demorada sobre otra

llagada y reluciente

hogueras

eso haremos a solas.

Amor de frutas – Gioconda Bello (Nicaragua) – Poemas eróticos

Déjame que esparza

manzanas en tu sexo

néctares de mango

carne de fresas;

Tu cuerpo son todas las frutas.

Te abrazo y corren las mandarinas;

te beso y todas las uvas sueltan

el vino oculto de su corazón

sobre mi boca.

Mi lengua siente en tus brazos

el zumo dulce de las naranjas

y en tus piernas el promegranate

esconde sus semillas incitantes.

Déjame que coseche los frutos de agua

que sudan en tus poros:

Mi hombre de limones y duraznos,

dame a beber fuentes de melocotones y bananos

racimos de cerezas.

Tu cuerpo es el paraíso perdido

del que nunca jamás ningún Dios

podrá expulsarme.

Incertidumbre – Minerva Margarita Villarreal (México)

Debo reconocerlo. Cada vez que te encuentro,

un ardiente cosquilleo y un impulso brotan,

una corriente de fuego me orilla hasta ti.

Levanto la vista.

¿Cómo saber si esta pasión que me recorre

es animal del hambre o es amor?

Tu pelo

tus brazos

tus ramas

y el cuenco de mis manos

para tu largo viaje.

Día nuestro – Delmira Agustini (Uruguay)

La tienda de la noche se ha rasgado hacia Oriente.—

Tu espíritu amanece maravillosamente; 

su luz penetra en mi alma como el sol a un vergel…

—Pleno sol. Llueve fuego. —Tu amor tienta, es la gruta 

afelpada de musgo, el arroyo, la fruta, 

la deleitosa fruta madura a toda miel.

—El Ángelus. —Tus manos son dos alas tranquilas, 

mi espíritu se dobla como un gajo de lilas, 

y mi cuerpo te envuelve… tan sutil como un velo.

—El triunfo de la noche. —De tus manos, más bellas, 

fluyen todas las sombras y todas las estrellas, 

y mi cuerpo se vuelve profundo como un cielo!

Lo que no se ha dicho – Teresa Wilms Montt (Chile)

V

Anuarí; te evoco dormido y te imagino dormido eterno.

Una sombra se esparce blandamente sobre mi alma, la divina sombra de tus pestañas, que formaban dos alas de aterciopelada mariposa sobre tus ojeras.

Si, Anuarí. Una noche, la más feliz de mi vida, se durmió tu cabeza en mi hombro, y era tan intima mi dulzura, que mi respiración se hizo una música para mecerte.

Te dormiste, criatura mía, después de haberme estrujado el cerebro y el corazón con tus labios ávidos de juventud, como una abeja lujuriosa de néctar y perfume.

Y esas sombras de tus pestañas, son las cortinas que me ocultan la luz del sol, y me llevan en vértigo confuso hacia tu grave País.

Una noche, la más feliz, la única de mi vida, se durmió tu cabeza en mi pecho, y allí encontró la delicia del sueño, y buscó la almohada eterna.

Dedicatoria – Maríamercedes Arango (Colombia)

Aquí estoy para ti

cabalgando un recuerdo de verano

cuando nos conocimos.

Supe que vendrías

apresuradamente

a compensar el tiempo

que perdimos

en romances ajenos.

Por eso a tu llegada

para tus manos ávidas

yo tuve el cuerpo abierto

Grietas que me develan – Coral Bracho (México)

Has pulsado
has templado mi carne
en tu diafanidad, mis sentidos (hombre de contornos
levísimos, de ojos suaves y limpios);
en la vasta desnudez que derrama,
que desgaja y ofrece;

(Como una esbelta ventana al mar; como el roce delicado,
insistente,
de tu voz.)
Las aguas: sendas que te reflejan (celaje inmerso),
tu afluencia, tus lindes:
grietas que me develan.

—Porque un barniz, una palabra espesa, vivos y muertos,
una acritud fungosa, de cordajes,
de limo, de carroña frutal, una baba lechosa nos recorre,
nos pliega; ¿alguien;
alguien hablaba aquí?

Renazco, como un albino, a ese sol:
distancia doloroso a lo neutro que me mira, que miro.

Ven, acércate; ven a mirar sus manos, gotas recientes en este fango;
ven a rodearme.
(Sabor nocturno, fulgor de tierras erguidas, de pasajes
sedosos, arborescentes, semiocultos
el mar:
sobre esta playa, entre rumores dispersos y vítreos.) Has deslumbrado,
reblandecido

¿En quién revienta esta luz?

—Has forjado, delineado mi cuerpo a tus emanaciones,
a sus trazos escuetos. Has colmado
de raíces, de espacios;
has ahondado, desollado, vuelto vulnerables (porque tus yemas tensan
y desprenden,
porque tu luz arranca —gubia suavísima— con su lengua,
su roce,
mis membranas —en tus aguas; ceiba luminosa de espesuras
abiertas,
de parajes fluctuantes, excedidos; tu relente) mis miembros.

Oye; siente en ese fallo luctuoso, en ese intento segado,
delicuescente
¿A quién unge, a quién refracta, a quién desdobla? en su
miasma

Miro con ojos sin pigmento ese ruido ceroso
que me es ajeno.

(En mi cuerpo tu piel yergue una selva dúctil que fecunda
sus bordes;
una pregunta, viña que se interna, que envuelve los pasillos
rastreados.
—De sus ramas, de sus cimas: la afluencia incontenible.
Un cristal que penetra, resinoso, candente, en las vastas
pupilas ocres
del deseo, las transparenta; un lenguaje minucioso.)
Me has preñado, has urdido entre mi piel;
¿y quién se desplaza aquí?
¿quién desliza por sus dedos?
Bajo esa noche: ¿quién musita entre las tumbas, las zanjas?
Su flama, siempre multiplicada, siempre henchida y secreta,
tus lindes;
Has ahondado, has vertido, me has abierto hasta exhumar;
¿Y quién,
quién lo amortaja aquí? ¿Quién lo estrecha, quién lo besa?
¿Quién lo habita?

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Written by Avellaneda Flórez
¡Hola¡ Soy Avellaneda Flórez, licenciada en literatura de la Universidad del Valle. Soy, una mujer que se dedicó a la literatura como oficio, pues soy docente de lengua castellana. Busco trabajar con la literatura no solo en las aulas de clase sino en espacios poco convencionales como parques, ancianatos, plazas de mercado, la ruta de un bus.