
Michael J. Sandel, filósofo político y profesor de la Universidad de Harvard, presenta en su libro La tiranía del mérito: ¿Qué ha sido del bien común? (2020) una crítica profunda y provocadora al sistema meritocrático que domina las sociedades modernas.
Este ensayo de aproximadamente 800 palabras explora las ideas centrales del libro, su análisis de los problemas de la meritocracia, las implicaciones sociales y políticas de este modelo, y las posibles soluciones que Sandel propone para construir una sociedad más justa y cohesionada.
El auge de la meritocracia y sus promesas
Sandel comienza situando la meritocracia como un ideal que ha ganado terreno en las democracias liberales, especialmente en Estados Unidos y otras sociedades occidentales. La idea de que el éxito debe basarse en el talento y el esfuerzo individual parece, a primera vista, justa y deseable. En una sociedad meritocrática, las oportunidades no dependen del origen social, la riqueza heredada o los privilegios de casta, sino de las capacidades y el trabajo duro de cada persona. Esta narrativa ha sido celebrada como un antídoto contra las desigualdades heredadas y un motor de movilidad social.
Sin embargo, Sandel argumenta que la meritocracia, lejos de cumplir sus promesas, ha generado una serie de problemas sociales y morales que han erosionado el bien común. Aunque el sistema pretende recompensar el mérito, en la práctica perpetúa desigualdades, fomenta la arrogancia entre los “ganadores” y genera resentimiento entre los “perdedores”. El libro sostiene que la meritocracia no solo ha fracasado en ofrecer igualdad de oportunidades, sino que también ha creado una cultura divisiva que socava la solidaridad social.
Los defectos de la meritocracia
Uno de los argumentos centrales de Sandel es que la meritocracia, tal como se practica hoy, no es verdaderamente meritocrática. Aunque en teoría todos tienen las mismas oportunidades, en la realidad las condiciones iniciales están marcadas por desigualdades estructurales. Por ejemplo, el acceso a una educación de calidad, redes de contactos y recursos económicos sigue dependiendo en gran medida del entorno socioeconómico de una persona. Los hijos de familias acomodadas tienen ventajas significativas, desde mejores escuelas hasta tutorías privadas, lo que les permite obtener mejores resultados en exámenes estandarizados y acceder a universidades de élite. Así, la meritocracia termina legitimando desigualdades preexistentes al presentarlas como el resultado del mérito individual.
Además, Sandel destaca el impacto psicológico y social de la meritocracia en quienes no logran “triunfar”. La narrativa meritocrática sugiere que el éxito es una cuestión de esfuerzo personal, lo que lleva a estigmatizar a quienes no alcanzan posiciones de prestigio o riqueza. Los “perdedores” del sistema no solo enfrentan dificultades económicas, sino también un sentimiento de humillación y fracaso personal. Este fenómeno, según Sandel, explica en parte el auge del populismo y el resentimiento hacia las élites en países como Estados Unidos, donde muchos ciudadanos sienten que el sistema está amañado en su contra.
Otro aspecto crítico es la arrogancia de los “ganadores”. La meritocracia fomenta la creencia de que quienes alcanzan el éxito lo merecen completamente, lo que lleva a una actitud de superioridad moral. Esta mentalidad no solo aliena a los sectores menos privilegiados, sino que también debilita el sentido de responsabilidad hacia el bien común. Sandel argumenta que los exitosos tienden a olvidar el papel que la suerte, las circunstancias y las estructuras sociales han jugado en sus logros, atribuyéndolos exclusivamente a su propio mérito.
La meritocracia y la erosión del bien común
Uno de los puntos más contundentes de La tiranía del mérito es su análisis de cómo la meritocracia ha contribuido a la polarización social y política. Sandel conecta el descontento con el sistema meritocrático con fenómenos como la elección de Donald Trump en 2016 y el Brexit. Según el autor, estos eventos reflejan la frustración de amplios sectores de la población que se sienten ignorados y despreciados por las élites educadas y acomodadas. La retórica meritocrática, que exalta el éxito individual, ha alimentado una división entre los “triunfadores” (generalmente urbanos, educados y globalizados) y los “perdedores” (a menudo trabajadores de clase media o baja en áreas rurales o industriales).
Sandel también critica la obsesión con las credenciales educativas, particularmente el prestigio de las universidades de élite. En Estados Unidos, la admisión a instituciones como Harvard o Yale se ha convertido en un símbolo de éxito meritocrático, pero el proceso de selección está lejos de ser justo. Además, esta fijación con las credenciales ha devaluado otras formas de contribución social, como el trabajo manual o los oficios, que son esenciales para el funcionamiento de la sociedad pero carecen del prestigio asociado a las profesiones “de élite”.
Hacia una nueva concepción del éxito
Sandel no se limita a diagnosticar los problemas de la meritocracia; también propone soluciones para superarlos. Una de sus sugerencias más audaces es reformar el sistema educativo, particularmente el acceso a las universidades. Propone, por ejemplo, un sistema de lotería para las admisiones universitarias entre los candidatos calificados, lo que reduciría la obsesión con las credenciales y reconocería el papel de la suerte en el éxito. También aboga por revalorizar el trabajo no académico, promoviendo políticas que dignifiquen profesiones como la carpintería, la enfermería o el cuidado, que son esenciales pero subestimadas en una sociedad obsesionada con el prestigio.
Además, Sandel llama a recuperar el sentido del bien común mediante un cambio cultural que fomente la humildad y la solidaridad. Esto implica reconocer que el éxito no es únicamente un logro individual, sino que depende de factores colectivos como la educación pública, las infraestructuras y el apoyo comunitario. Propone un debate público sobre qué tipos de contribuciones son verdaderamente valiosas para la sociedad y cómo recompensarlas de manera justa.
Conclusión
La tiranía del mérito es un libro provocador que desafía las suposiciones fundamentales de nuestras sociedades modernas. Sandel no rechaza por completo el ideal meritocrático, pero argumenta que su implementación actual ha generado más problemas que soluciones. Al exponer cómo la meritocracia perpetúa desigualdades, fomenta la arrogancia y erosiona la solidaridad, el autor nos invita a repensar qué significa una sociedad justa. Su propuesta de valorar el bien común por encima del éxito individual es un llamado urgente en un mundo cada vez más polarizado.
En un contexto donde la desigualdad y el descontento social están en aumento, las ideas de Sandel son más relevantes que nunca. La tiranía del mérito no solo ofrece un diagnóstico incisivo, sino también una hoja de ruta para construir una sociedad más inclusiva y humana, donde el valor de una persona no se mida únicamente por sus logros individuales, sino por su contribución al bienestar colectivo. Este libro es una lectura esencial para quienes buscan entender las tensiones de nuestro tiempo y explorar caminos hacia un futuro más equitativo.