Las Flores del Males una antología de poemas malditos escrita por Charles Baudelaire y publicada en el año 1857.

Para escribir esta obra Charles Baudelaire se inspiró en los barrios sucios y oscuros de la escena artística del Paris del siglo XIX, donde alternó entre prostitutas y hachís, opio y láudano… todo esto para escapar de una realidad que le parecía agonizante.

Las flores del mal busca recalcar los pecados del hombre, haciendo hincapié en su ignorancia. La obra misma es una muestra de la iluminación de las artes como reflejo de los sentimientos más profundos del ser humano.

A continuación presento los poemas de Las flores del mal, de Charles Baudelaire.

Elevación

Por encima de los estanques, por encima de los valles,
de las montañas, de los bosques, de las nubes, de los mares,
más allá del sol, más allá del éter,
más allá de los confines de las esferas estrelladas,

espíritu mío, te mueves con agilidad,
y, cual buen nadador que se emociona con las olas,
surcas alegremente la inmensidad profunda
con inefable y masculina voluptuosidad.

Echa a volar muy lejos de estos miasmas mórbidos;
ve a purificarte en el aire superior,
y bebe, como un puro y divino licor,
el claro fuego que llena los espacios límpidos.

Detrás de los tedios y las vastas penas
que con su peso entorpecen la brumosa existencia,
afortunado aquel que puede con un ala vigorosa
alzarse hacia los campos luminosos y apacibles;

él, cuyos pensamientos, como las alondras,
hacia los cielos alzan por la mañana un libre vuelo,
¡quien se eleva sobre la vida y entiende sin esfuerzo
el lenguaje de las flores y de las cosas mudas!

Los faros

Rubens, río de olvido, jardín de la pereza,
almohada de carne fresca donde no se puede amar
pero donde sin parar fluye y se agita la vida,
como el aire en el cielo y el mar en el mar;

Leonardo da Vinci, hondo y sombrío espejo,
donde ángeles encantadores, con suave sonrisa
cargada totalmente de misterio, aparecen a la sombra
de los glaciares y de los pinos que delimitan su tierra;

Rembrandt, triste hospital repleto de murmullos,
y con solo un gran crucifijo adornado,
donde la lacrimosa plegaria se desprende de la inmundicia,
y por un rayo de sol invernal bruscamente atravesado;

Miguel Ángel, vago lugar donde se ve a los Hércules
mezclarse con Cristos, y levantarse erguidos
potentes fantasmas que en los crepúsculos
desgarran su sudario al estirar los dedos;

iras de boxeador, impudencias de fauno,
tú que supiste recoger la hermosura de los patanes,
gran corazón henchido de orgullo, hombre endeble y amarillo,
Puget, melancólico emperador de los galeotes;

Wateau, ese carnaval donde muchos corazones ilustres,
como mariposas, vagan relumbrando,
decorados frescos y ligeros iluminados por arañas
que arrojan la locura en ese baile remolinante;

Goya, pesadilla llena de cosas desconocidas,
de fetos que cuecen en medio de los aquelarres,
de viejas ante el espejo y de niñas desnudas,
para tentar a los demonios ajustando bien sus medias;

Delacroix, lago de sangre atormentado por ángeles malos,
umbrío por un bosque de pinos siempre verde,
donde, bajo un cielo apenado, extrañas fanfarrias
pasan, como un suspiro ahogado de Weber;

esas maldiciones, esas blasfemias, esos quejidos,
esos éxtasis, esos gritos, esos llantos, esos tedeums,
son un eco repetido por mil laberintos;
¡es divino opio para los corazones de los mortales!

Es un grito repetido por mil centinelas,
una orden propagada por mil portavoces;
es un faro encendido en mil ciudadelas,
¡una llamada de cazadores perdidos en los grandes bosques!

Porque verdaderamente, Señor, la mejor muestra
que podamos dar de nuestra dignidad
es este ardiente sollozo que a través de los tiempos rueda
¡y viene a morirse a ras de vuestra eternidad!

El enemigo

Mi juventud no fue sino una tenebrosa tormenta,
atravesada aquí y allá por brillantes soles;
el trueno y la lluvia causaron tal estrago
que pocas frutas bermejas quedan en mi jardín.

He aquí que alcancé el otoño de las ideas,
y que es preciso usar pala y rastrillos
para agrupar de nuevo las anegadas tierras
donde el agua cava agujeros tan grandes como tumbas.

¿Y quién sabe si las nuevas flores con las que sueño
encontrarán en ese suelo lavado como un arenal
el místico alimento que les daría vigor?

—¡Oh dolor!, ¡oh dolor! El Tiempo se come la vida,
y el oscuro Enemigo que nos roe el corazón
con la sangre que perdemos ¡crece y se fortalece!

El hombre y el mar

Hombre libre, ¡siempre amarás el mar!
El mar es tu espejo; contemplas tu alma
en el desarrollo infinito de su ola,
y tu espíritu no es un abismo menos amargo.

Te agrada zambullirte en el seno de tu imagen;
lo abrazas con los ojos y los brazos, y tu corazón
se distrae a veces de su propio rumor
con el ruido de ese indomable y salvaje quejido.

Ambos sois tenebrosos y discretos:
hombre, nadie sondeó el fondo de tus abismos;
¡oh, mar! nadie conoce tus íntimas riquezas,
¡tan celosos estáis por conservar vuestros secretos!

Y sin embargo hace innumerables siglos
que os combatís sin piedad ni remordimiento,
tanto os gusta la carnicería y la muerte,
¡oh eternos luchadores, oh implacables hermanos!

A una que pasa

La calle ensordecedora vociferaba a mi alrededor.
Alta, delgada, de luto riguroso, majestuoso dolor,
una mujer pasó, alzando, balanceando
con elegante mano el dobladillo y el festón;

ágil y noble, con sus piernas de estatua.
Yo bebía, crispado cual desequilibrado,
en sus ojos, cielo lívido donde germina el huracán,
la dulzura que fascina y el placer que mata.

¡Un relámpago… de nuevo la noche! —Fugitiva belleza
cuya mirada de repente me hizo renacer,
¿ya no te veré más que en la eternidad?

¡En otra parte, muy lejos de aquí!, ¡demasiado tarde!, ¡acaso nunca!
pues ignoro adónde huyes, no sabes adónde voy,
¡oh tú a quien yo hubiese amado, oh tú que lo sabías!

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Written by Avellaneda Flórez
¡Hola¡ Soy Avellaneda Flórez, licenciada en literatura de la Universidad del Valle. Soy, una mujer que se dedicó a la literatura como oficio, pues soy docente de lengua castellana. Busco trabajar con la literatura no solo en las aulas de clase sino en espacios poco convencionales como parques, ancianatos, plazas de mercado, la ruta de un bus.